Ayer, descanso en los rodajes (“No todo va a ser follar” que cantaba J. Krahe (refiriéndose en este caso a los actores, claro)).
Fuimos a La Plata a ver una representación de Lucía Seles en un caserón maravilloso con enorme jardín lleno de animales como esta espléndida burra, Octavia.
Llenazo y éxito de Seles, como siempre y especialmente en La Plata.
Resultó que el dueño de la casa era español, Alfredo Aracil. Cuando nos presentaron me preguntó: ¿Tienes algo que ver con el García-Pelayo, director de cine? No se creía que fuera verdad tamaña coincidencia.
Y es que resulta que Alfredo colaboró con el grupo de la Revista Lumière cuando ellos fueron los responsables (con Álvaro, Pedro y Luis) del “redescubrimiento” de mi cine. A mi también me costaba creer que encontraba en La Plata a una de las escasas siete personas que le interesaba mi cine hace doce años.
Hablamos de aquel momento, de mis dos primeras películas. Le hablé de las dos últimas y le presenté a Anikka (nos acompañaba), protagonista de ambas. Le pedí que diera la oportunidad mental de que estas últimas le gustaran tanto como aquellas.
“Manuela“, “Vivir en Sevilla” y Octavia, la burra (él es su propietario, me contó cuidados, sicología, terquedades etc.) fueron el centro pues de este feliz encuentro.