«Ver esta película es caer rendido con la cara, cuerpo y timbre sensual de la actriz-cantante, uno de los rostros más bellos que ha filmado el cine de García-Pelayo.»
Un párrafo destacado de la primera crítica extensa que ha recibido «Cantar desnuda«. De Estrella Millán Sanjuán, después de verla cuatro veces :
La definía su director, Gonzalo García-Pelayo, como «poema convulso y surreal del amor como instinto».
Se formula como la segunda parte sofisticada y «prohibida» de «Copla» (película que aprecia mucho Gonzalo), que se despliega en este bolero encendido que es «Cantar desnuda«. Un musical apasionado, con sexo explícito intercalado, arrancado del encanto y animalidad de Anikka, la protagonista que necesitaba urgentemente su filmografía.
Ver esta película es caer rendido con la cara, cuerpo y timbre sensual de la actriz-cantante, uno de los rostros más bellos que ha filmado el cine de García-Pelayo. La quiere la cámara, irremediable y ardorosamente. Anikka juega con ella, la (nos) seduce con esos boleros de letras pasionales y de amores agitados, el terreno idóneo para expresar el amor surreal.
Película en que la narración está regida por los contundentes y fugaces audios de Javier García-Pelayo, que da voz como el mejor actor de doblaje a los textos de Luisa Grajalva, y que resuenan con ecos durante los encuentros amorosos rotundos, elevándolos, sacándolos del género al uso. Momentos con los que no me siento a gusto del todo, especialmente con la escena del personaje que hace de marido de Anikka que interpreta «Mi propiedad privada» en una escena brutal mientras baja las escaleras. Un momento de esencia machista, posesiva, adrede, que explota ante nosotros y que precipita el encadenamiento de amantes de la protagonista liberándose de su jaula.
Las canciones elegidas, reversionadas y originales, están acordes a la historia interpretadas también por otros personajes como el amante andrógino de pelo largo, la patinadora y la mujer madura que complementa el trío de amantes.
García-Pelayo explora y explota sus fuertes: la Mujer y la música, planteando la grabación de un disco donde Anikka se deja la piel, se desnuda sí, y mucho, mientras canta. En todos los sentidos. Sin pudor. Con oficio.
Cerrando con la pureza de «Casta Diva» a capela, como una sacerdotisa que se desmorona ante nosotros.
Con una factura más exquisita, con presencia de sobreimpresiones, inmejorables primeros planos, planos detalle y un montaje complicado de tejer por Martín Farina con tantos ojos que miran en el estudio de grabación, el resultado es satisfactorio.
Chocante, libérrima, excesiva. Creo que sólo Gonzalo se atreve hoy en día con un producto así, con una mixtura de este calibre. Arte, música, porno, literatura, making of, reflexiones… Insólita.